Comunicar bien para gestionar mejor

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Luis Vera

Comunicar bien para gestionar mejor

26/11/2007
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El ejemplo es, por evidente, perfecto: figuras estelares, todos trabajando juntos, pero manteniendo cada uno su idiosincrasia, no consiguieron mantener a una entidad como el Real Madrid en lo que, por tradición, había sido considerado el mejor equipo del mundo. ¿Qué prueba esto? Que un equipo no se conforma sólo con reunir a los mejores. Más bien al contrario, un equipo hace a los individuos que lo componen los mejores, cuando ese equipo es el mejor. Sutil pero importante diferencia.

 

Siguiendo esta línea, y manteniendo el símil futbolístico, los fichajes, para la conformación del equipo, son claves. Sus miembros han de ser elegidos cuidadosamente, no sólo por sus cualidades para de-sempeñar la tarea para la que se los requiere, sino también para que encajen dentro del grupo. Para que complementen a los demás. Para que se adapten al resto y formen todos un Uno.

En ese proceso encontramos un factor clave: la selección. Es el primer paso, elemental, para la conformación del equipo. Sin embargo, y puede detectarse en muchos procesos, estos requerimientos que exponemos más arriba, y que parecen indispensables, no existen de manera natural en esos miembros que, una vez seleccionados, consideramos los más idóneos para el desarrollo de las diferentes tareas.

Es el caso, por ejemplo, de la capacidad para gestionar un equipo, una habilidad compleja que requiere, sin duda, de una formación adecuada. En este campo, y como consultores de formación especializados en el ámbito de la comunicación y liderazgo, nuestras líneas de trabajo se centran en cuatro puntos básicos: el desarrollo de habilidades de comunicación (especialmente centradas en comunicación interpersonal), el liderazgo como elemento de cohesión del grupo, la creatividad como garantía de efectividad en la gestión y , en último lugar, el coaching o la aplicación de dinámicas vinculadas con áreas como la denominada Inteligencia Emocional para consolidar al grupo.

En este sentido, nuestro trabajo parte siempre de las personas. Una buena formación debe contemplar de dónde partimos, qué aspectos son los menos desarrollados, y qué campos, ya satisfactorios, podrían ser mejorados. El trabajo personalizado es fundamental en un tipo de formación que, lejos de imponerse teóricamente, debe buscar la práctica constante y la interiorización del aprendizaje a través de la propia vivencia.

A la hora de hablar de habilidades de comunicación, la metodología más efectiva es, sin duda, la denominada learning by doing. El proceso constante de práctica hace asimilar de manera más eficaz los conocimientos, y al mismo tiempo permite tomar conciencia a los participantes de su propia idiosincrasia, a la hora de modificar o adaptar aquellos aspectos que puedan presentarse como debilidades en lugar de fortalezas.

Al mismo tiempo, y siguiendo a Goleman y a otros autores, como los desarrolladores iniciales de la Programación Neuro-Lingüística, Richard Bandler y John Grinder, aspectos como la empatía son claves en el desarrollo de cualquier directivo. Todos coinciden en que aprender a ponernos en el lugar de los otros, a colocarnos en sus zapatos para poder percibir con precisión cómo se sienten los demás, es una ventaja enorme a la hora de intentar persuadirles.

Empatía, escucha activa o comunicación no verbal, son elementos fundamentales cuando nos comunicamos con nuestros colaboradores, bien sean éstos nuestros superiores (comunicación ascendente), nuestros iguales (comunicación lateral) o personas que estén en un escalafón inferior al nuestro (comunicación descendente).

Igualmente, en esta relación de acercamiento que provoca el uso de la comunicación efectiva, el líder ocupa una nueva posición. Su tarea, además de dirigir y orientar al equipo, incluye aspectos como la motivación a sus miembros, o el apoyo para el auto-desarrollo. En este sentido, la comunicación, y las habilidades propias necesarias para desarrollarla, son imprescindibles.

La visión del liderazgo así entendida, pasa por alcanzar la figura del líder-coach que trabaja con sus colaboradores de manera individual para que éstos, y por tanto el equipo, alcancen los mejores resultados observando su comportamiento y rectificando desde el auto reconocimiento. Los planteamientos básicos para alcanzar estas propuestas se centran en la utilización de elementos comunicativos, como las preguntas abiertas y la auto-observación, para fijar objetivos y reconducir dinámicas de trabajo que han podido deteriorarse por una gestión equivocada. Aquí el líder no corrige, sino que hace que su colaborador descubra por sí mismo el error, y aplique el cambio necesario para reconducir el proceso.

En el campo de la eficacia, otro concepto, el de creatividad, se suma a este compendio formativo, como elemento para garantizar mejores resultados en la gestión diaria. Dinámicas como la visualización creativa, o aspectos más conocidos como el trabajo con mapas mentales o la clásica tormenta de ideas, aplicadas con rigor, pueden ser elementos diferenciadores a la hora de la realización de planteamientos y la consecución de sus correspondientes objetivos.

En todos estos procesos, la gestión de las emociones es clave. La Inteligencia Emocional viene ahora a ocupar un plano que siempre se ha tenido en cuenta, pero que ahora se manifiesta de manera más contundente que nunca en el campo organizacional. Son muchos los autores que hablan de emociones al referirse a la comunicación humana.

De hecho, son tan importantes, que sería un grave error ignorarlas. Forman parte de nuestra naturaleza, y por tanto, conocerlas, aprender a gestionarlas, es un activo a nuestro favor, que no podemos pasar por alto. Talleres y seminarios centrados en Inteligencia Emocional permiten un mayor conocimiento de las dinámicas seguidas en los grupos a la hora de afrontar determinadas situaciones. Planteamientos básicos, que en algunos casos se nos plantean como imposibles, como el alineamiento de los valores de la empresa con los de nuestros colaboradores. O elementos de motivación y compromiso, de manera que se conviertan en beneficio, no sólo para la organización, sino también para el empleado, son algunos de los aspectos que desarrolla esta disciplina.

En todos estos procesos hay un denominador común planteado: la comunicación. A fin de cuentas, se trata, como materia, de un elemento transversal que afecta a todo el proceso de gestión. Tenerla en cuenta será siempre fundamental, y desarrollar programas de formación adecuados en este campo, en función de nuestras necesidades, algo vital para todos aquellos que quieran seguir desarrollándose y creciendo, tanto desde la perspectiva de un equipo, como del propio individuo que lo conforma.

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