Mi experiencia con la gestión de personas

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José Luis Salsidua. Director de Recursos Humanos. Bial Industrial Farmacéutica.

Mi experiencia con la gestión de personas

03/1/2011
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Cuando oímos hablar de la gestión de personas, nos viene a la mente, lo ya tan oído de, liderazgo, coaching, counseling, talento, motivación, competencia, salario emocional, etc, etc. No quiero hablar de “conceptos” quiero hablar de hechos, de lo que me sugiere a mi algo que es tan importante, tan bonito, pero a la vez tan difícil como dirigir personas ya que no somos elementos inmóviles e inertes, somos “PERSONAS”.

Mis inicios en la gestión de personas
Comencé a trabajar con 15 años. Cuando comienzas a trabajar tan joven estás totalmente perdido, pero te da la vivencia de conocer los diferentes departamentos de una empresa, de ir creciendo, madurando, pasando de botones a auxiliar, de auxiliar a administrativo, de administrativo a oficial y de ahí a Jefe de Personal.

Curiosamente, en aquella época una de las cosas que más se llevaba era el trabajar por las tardes a cambio de nada, bueno si, a cambio de que la subida a fin de año fuese algo mayor que la del resto. Yo era muy joven por aquel entonces y decidí quedarme cuando verdaderamente fuese necesario, pero dedicar las tardes, como ya he dicho anteriormente a estudiar, y ¡menos mal que lo hice!.

Como anécdota recuerdo un año cuando nos decían las subidas, la mía era inferior a la de otros compañeros, porque lógicamente yo había trabajado menos tardes que ellos. Le hice un comentario a mi jefe (un mando intermedio de la empresa) sobre si la valoración y en consecuencia la subida era por el número de horas de trabajo o por la calidad y cantidad del mismo.

Nunca olvidaré su respuesta: “Tú no te preocupes porque cuando quieras te podrás ir de aquí, pero estos pobres a donde van a ir”. Salí muy apenado, pero no por mí, sino por él.

Llevo 24 años en Recursos Humanos, 16 en la empresa donde comencé y 8 en mi actual empresa. He tenido compañeros y jefes con los que he aprendido muchísimo, y otros que no me han aportado nada o muy poco. He conocido personas que desde su posición de poder han actuado como lo que son “personas” y otros que se han comportado como “ogros”. De estos últimos también he aprendido y recuerdo, como si fuese hoy, cuál fue mi primer pensamiento: “Si alguna vez ocupo un puesto de responsabilidad o una posición de poder en la cual tenga trabajadores a mi cargo ya se a quién no quiero parecerme”.
Eso es algo que una vez iniciada mi etapa laboral en mi actual empresa (la verdad es que me encontré con personas fantásticas), he intentado no olvidar.

En mis primeros años de experiencia profesional, el Departamento de Recursos Humanos, no existía como tal, entonces era el denominado Departamento de Personal, un departamento gris al que todo el mundo asociaba con la realización de las nóminas, control de los horarios, control de presencia y ausencia, contratar al personal pero cuanto más barato mejor, y por supuesto despedir. La figura del Jefe de Personal, era esa figura gris, que a nadie gustaba acercarse a él no sea que dijeras algo que no gustaba y te fueras a la calle, y por lo tanto la imagen del departamento, no era precisamente de lo más positiva. Se veía al departamento como aquellas personas que lo único que querían eran amargarnos la existencia, hacernos la vida imposible y que por lo tanto cuanto más lejos de ellos mejor, y si por cualquier cosa nos llamaban del departamento de personal ¡Ay madre, que sudor frío nos recorría todo el cuerpo!

Pienso que las personas que actualmente dirigimos los departamentos de RR.HH. hemos intentado y sinceramente pienso que hemos conseguido (lógicamente como en todo siempre hay excepciones), cambiar esa idea.

También es verdad que los actuales departamentos de RR.HH. (podríamos entrar a valorar si el nombre es correcto o no, pero lo dejaremos para otra ocasión) hoy en día van mucho más lejos que las funciones de los antiguos departamentos de personal, las funciones son innumerables, creo que por todos conocidas (formación, desarrollo de políticas salariales, desarrollo de carreras profesionales, evaluación del desempeño, relaciones con la representación de los trabajadores, jurídica, representación ante estamentos, etc, etc,), pero sobre todo ”presta servicio a las personas de la empresa”, sirve de engranaje entre los diferentes departamentos, es el nexo de unión entre todas las piezas de esa máquina que debe ser perfecta, como es la empresa. Podemos imaginar una empresa de fabricación de coches, con maquinaria de última tecnología, en la cual, las piezas se van colocando una detrás de otra con una perfección milimétrica. Pero, si una de esas piezas sale defectuosa y esos coches salen a la calle pueden provocar accidentes mortales. En nuestro caso, si en nuestra empresa algún engranaje no funciona o está defectuoso y no lo corregimos, el desprestigio de la empresa sería el caos para la supervivencia de la misma, y ahí tenemos que estar nosotros, para asegurar que eso no pase, que todas las piezas estén correctas y funcionen a la perfección. Debemos dar dentro de nuestras empresas, ese valor añadido, debemos enseñar al resto de nuestros directivos, que Recursos Humanos no debe ser una función solo del departamento de Recursos Humanos, sino que cualquier directivo de nuestra compañía tiene que ser gestor de personas, y en ese aspecto debemos caminar. De esa forma conseguiremos, no solo que nuestra empresa camine como debe hacerlo, sino que podremos retener el talento.

Retener el talento
Pero hablando de retener el talento, hace poco, en una jornada de Recursos Humanos en el sector farmacéutico un ponente indicaba, y desde luego con muy buen criterio, que “sin clientes no somos nada” y que lógicamente uno de los primero pasos que debíamos dar era estar presente dentro de la vida del cliente, para lo cual era necesario e imprescindible “sembrar y regar cada día”. Y esto que aparentemente es tan sencillo y tan claro, me hacía reflexionar. Claro que esto es así, necesitamos vender, vender cada día más, coger todo lo que podamos de nuestra competencia, etc, pero necesitamos también aplicar ese mismo criterio en nuestros colaboradores, en nuestros directivos, en nuestros empleados, necesitamos “sembrar y regar cada día”, porque al igual que necesitamos vender, necesitamos que nuestros compañeros, fabriquen, vendan, y se sientan parte de nosotros mismos.

Y en eso tenemos que aunar esfuerzos, tenemos que conseguir desde Recursos Humanos, no ser directivos “ciegos”, empezando por nosotros mismos, y ayudando al resto de directivos de nuestra compañía a que no lo sean. Tengamos en cuenta que Recursos Humanos somos como un iceberg, al cual solo se le ve un 10% ya que el 90% del mismo está debajo de la superficie, pero debemos convivir con ello.

Ya en mi actual empresa, recuerdo que en una de mis primeras asistencias a las reuniones de ciclo, después de una cena, se me acercó un delegado que acaba de entrar en la compañía y me preguntó: “le puedo hacer un comentario”. Mi respuesta fue automática: “empezamos mal, creo que empezaríamos mejor si me dices ¡ te puedo hacer un comentario! y así es posible que ese comentario sea mejor para los dos”. Se me quedó mirando y me dijo: Hoy me he emocionado, he llamado a casa, he hablado con mi madre y le he dicho que me había pasado algo que no me había pasado en las dos empresas anteriores donde había estado, y ese algo era que el Director de RR.HH, había estado tomando algo conmigo, y eso me emocionó.

Mi respuesta en ese momento fue la siguiente: Espero y deseo que eso ocurra muchas veces más, porque será señal de que a ti te va muy bien y a mi también. Mira en este momento (era la 1 de la madrugada), estamos tomando algo dos personas, que no se diferencian absolutamente en nada, bueno sí, tú eres mucho más joven que yo, mañana tu tendrás que hacer tú trabajo lo mejor que puedas, porque si no tendrás problemas, y yo tendré que hacer el mío lo mejor que pueda, porque sino tendré problemas, y por supuesto estoy para ayudarte en todo lo que esté en mi mano, a partir de ahí y en este momento, “personas”, estamos “dos personas”. Me consta que esa persona ha tenido ofertas muy importantes de otras compañías y no se ha ido.

Dirigir consecuentemente
Actualmente no asistimos a un cambio constante, sino a una serie de cambios que se suceden a un ritmo vertiginoso, siendo algunos de estos cambios predecibles, pero otros no. Dirigir personas no es fácil, ya lo sabemos, y ya lo hemos dicho, pero si quien lo hace está dotado de cierta perspicacia, alcanzará objetivos satisfactorios tanto para los colaboradores como para las organizaciones. Lo contrario a esto sería enfermar a la organización, puesto que nadie estará en disposición de colaborar con quien sólo piensa en interés propio y está carente de cualidades para la motivación de aquellas personas con quien trabaja.
Pero hay un detalle muy importante, “el autoconocimiento es primordial para quien tenga alguna responsabilidad sobre otros”.
Un directivo, debe estar en continua evolución, en un proceso de cambio permanente, tiene que seguir creciendo día a día. Es importante tener claro que la confianza, el respeto y el prestigio se gana a cucharadas, pero se pierde a cubos.

Evidentemente, para motivar a las personas, debemos de implicar a éstas con nuestros proyectos e ilusiones, para lograr esa confianza de manera estable y continua, debemos ofrecer un planteamiento de colaboración, un ganar-ganar de manera que unamos nuestros objetivos.

Hace unos días leía un artículo de un antiguo profesor mío de la universidad y me quedé con una frase que me llamó mucho la atención, decía que “Precepto y Ejemplo han de ser consistentes o difícilmente llegaremos a la excelencia” y ponía un texto de un autor desconocido que era el siguiente:
- Un padre llevó a sus dos hijos a un parque de atracciones.
“¿Cuánto cuesta la entrada?, preguntó en la taquilla.
“5 euros los adultos y 3 los niños a partir de seis años. Los menores de esa edad entran gratis”, respondió en taquillero.
“Mi hijo pequeño tiene tres años y el mayor seis, así que necesitamos una entrada para él y otra de adulto para mi”.
“¡Es usted tonto caballero! Podría haberse ahorrado 3 euros si me hubiera dicho que el mayor tenía un año menos. ¡Yo no habría notado la diferencia!”
“Seguramente usted no se habría dado cuenta, pero ellos sí, y mi ejemplo quedará grabado para siempre”.

Efectivamente, debemos ser críticos con nosotros mismos y tener siempre presente que tanto en nuestra vida personal, como profesional, nuestro ejemplo es el mejor reflejo en el espejo, que los demás deben ver. Por lo tanto debemos ser consecuentes.

En una España donde cada vez estamos viviendo más un estado de zozobra laboral, con todas las modificaciones legales laborales, con la falta de empleo, con el desconcierto de las personas: las que tienen trabajo por la indefinición e incertidumbre en numerosas ocasiones, sobre qué pasará con ellas, las que no lo tienen, por la incertidumbre sobre como y cuando lo conseguirán, etc, etc. por todo ello los departamentos de Recursos Humanos, debemos transmitir a nuestros colaboradores calma, debemos transmitir equilibrio, debemos exigir trabajo, pero siempre teniendo presente el mismo concepto: PERSONAS. No debemos caer en el nerviosismo, en la pérdida de papeles, en faltar a la otra persona. Todo esto solo conllevaría nuestro propio desprestigio.

Equilibrio y responsabilidad
Ayer cuando viajaba a realizar uno de los procesos de selección de mi compañía, pensaba en el avión en algo que ya me había rondado la cabeza en otras muchas ocasiones. Siempre cuando nos referimos a la gestión de personas en el ámbito profesional, nos referimos a las personas que ya tenemos en plantilla, que ya son nuestros colaboradores, y que de una manera u otra debemos gestionar. Pero tenemos igualmente en el ámbito profesional, otra gestión que es tanto o más importante que esta última, y esto es lo que me rondaba la cabeza. Cuando nos enfrentamos a un proceso de selección, la gente normalmente suele pensar, ¡Qué bien, poder decidir quien entra en una empresa!, ¡Qué bonito tiene que ser eso!, pues bien cuando pienso en ello, un nerviosismo me recorre todo el cuerpo, al igual que ya me había sucedido en otras ocasiones al pensar en ello. La idea de la responsabilidad que supone que todas las personas que voy a entrevistar, todas sin excepción, tienen sus propios problemas personales, familiares, profesionales, en algunos casos de verdadera necesidad, el que pueda estar en tu mano que una persona pase o no a la fase final de un proceso de selección, nos debe hacer asumirlo con la responsabilidad e importancia que conlleva el acertar o no con un proceso.

Es curioso, la cantidad de factores que influyen en las personas que se enfrentan a un proceso de selección. El rostro de una persona puede ofrecernos diferente información sobre las emociones que la otra persona está sintiendo o sobre las emociones que esa misma persona pretende ocultar.

Recuerdo en algún proceso de selección ver al entrevistado tan nervioso y pasándolo tan mal, que no conseguía sacar nada de ese candidato, es más, era como si tuviese una coraza infranqueable delante de mí. Entonces he detenido el proceso, ante el asombro de la persona de mi empresa que estaba conmigo en el proceso y del propio candidato, he preguntado al candidato que como estaba, que si se sentía incómodo y nervioso y ante su respuesta afirmativa (no podía ser otra), invitarle a tomar algo, iniciar el proceso de nuevo y la verdad es que el resultado fue sorprendente, “estábamos entrevistando a otra persona completamente diferente”. Por eso es importante situarnos en la piel de la persona que tenemos enfrente para poder conseguir nuestro propósito, debemos ser “la otra persona”.

En un artículo del profesor Javier Fernández Aguado (como buen admirador suyo que soy) leí una conversación entre dos empleados de una empresa, que decía lo siguiente:
- Estoy intranquilo, porque desde que el Director acudió al curso de liderazgo, la empresa va mucho mejor.
Su interlocutor algo sorprendido replicó:
- ¿Qué te preocupa entonces, estaréis contentos?
- Que acabó ayer y hoy vuelve... concluyó el primero.

Solo espero y deseo que esta afirmación no sea la de ninguno de nosotros.

Debemos pensar que si esto ocurre, no estamos gestionando el futuro, estamos estancando el presente, y nos estaremos estancando nosotros y nuestras organizaciones. El éxito de nuestras empresas, se escribe y se lee en el futuro, pero actuando en el presente. Lo que hagamos hoy debe conseguir esa realidad futura, no lo dudemos, el futuro se construye en el presente y para eso debemos de liderar a nuestros equipos hacia todo aquello que aporte valor y así aseguraremos el futuro de nuestras empresas.

Mis tres máximas
Por lo tanto mi experiencia a través de los años en la gestión de personas me ha establecido tres máximas, con las cuales todo lo que nos propongamos es posible, con las cuales todos nuestros colaboradores y las personas que nos rodeen se tienen que sentir reflejados y deben intentar alcanzar, y con las cuales nuestra vida tanto profesional como personal nos va a dar más satisfacciones que quebraderos de cabeza, esas máximas son: Humildad, Trabajo-Disciplina y Respeto.

Humildad. Porque independientemente de nuestro cargo o posición, de nuestra situación personal privilegiada o no, el ser humilde significa que a las personas a las que tengamos que liderar nos vean como un reflejo, como alguien que les sirve de ejemplo y en quien ellos mismos se puedan ver reflejados.

Trabajo-Disciplina. Porque no nos engañemos, debemos predicar con el ejemplo. No hay en las personas que tenemos a nuestro alrededor mejor iniciativa que la de uno mismo. Si somos los primeros que realizamos nuestras tareas, si somos los primeros que cumplimos todo aquello que exigimos, tendremos a nuestros colaboradores de nuestro lado, porque saben que nosotros dedicaremos todo nuestro esfuerzo por darles aquello que nos pidan.

Respeto. Vengo hablando durante todo el artículo de lo mismo “personas”, y desde este parámetro hay un valor con un tremendo poder que es el respeto. Si respetamos seremos respetados y por lo tanto nuestro valor como líderes de nuestros equipos alcanzará límites insospechados. Siempre y cuando consideremos a los demás como lo que son “personas”, nuestros status ganará y nuestro poder será el que nosotros queramos.

Por último me gustaría que conocieseis un dicho de Cullen Hightower: “La verdadera medida de nuestra valía se compone de todos los beneficios que los demás han obtenido de nuestro éxito”.

Mis dos maestras
No puedo terminar este artículo sobre mi experiencia en la gestión de personas sin mencionar a dos figuras de las que he aprendido valores, sentimientos y a valorar si cabe mucho más a los demás.

Son mi madre y Gloria, mi mujer. Mi madre luchadora incansable, siempre con una sonrisa en la boca, siempre intentando ayudar a los demás, esclava de mi padre, de mi hermana y mía, la cual lo ha dado todo por nosotros y ahora que mi padre está un poco enfermo no descansa ni un minuto porque no le falte nada, sus medicinas, todo lo que necesite, todo, absolutamente todo. Los valores que hoy poseo hacia las demás personas, se los debo a ella, ya que siempre me ha hecho reflejarme en su espejo de intentar ser feliz, haciendo feliz a los demás, inculcándome continuamente que para ser respetado se debe empezar por uno mismo. Así me ha hecho ver continuamente la importancia que tienen las demás personas, trabajando para los demás como ella lo ha hecho sin una mala cara, sin el menor desaliento, a pesar del agotamiento en muchas ocasiones y respetando siempre para hacerse respetar. Gracias por enseñarme a ser persona. Y Gloria, ejemplo para mis hijas intentando inculcarles algo para mí tan importante pero a la vez tan difícil en la sociedad en la que vivimos: Ser personas en todos los aspectos de su vida. Tremenda y difícil papeleta.

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