Evaluar al sistema sanitario. La Educación para la Salud: ¿una asignatura para pendiente?

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Alejandro Santos, director de Bypass Comunicación en Salud

Evaluar al sistema sanitario. La Educación para la Salud: ¿una asignatura para pendiente?

19/9/2005
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Ahora que tenemos la vista puesta en septiembre, momento en que los estudiantes menos afortunados se esfuerzan para remontar sus asignaturas pendientes, es buen momento para preguntarse: ¿nuestro Sistema Sanitario ha aprobado la asignatura de Educación para la Salud? Y en cualquier caso, ¿cómo puede mejorar su calificación?.

 

Universalmente se asume que la Educación Sanitaria contribuye a mejorar la salud de la población, entendiendo por este término la información en materia de cuidado de la salud que recibe la población en general y los pacientes y su entorno en particular. Se excluye, por tanto, la formación continuada dirigida a profesionales que es otra materia muy diferente. A propósito de este axioma se plantean muchas cuestiones: ¿quién debe promoverla e impartirla?, ¿cómo establecer un estándar de calidad en los programas y los materiales? Mi objetivo es aportar algunas consideraciones en este tema.

Existen obviamente, muchos tipos y niveles de educación sanitaria, tan diferentes entre sí como complementarios. No tiene la misma consideración la educación nutricional que recibe una persona con diabetes o la que se imparte en la escuela para a prevenir una lacra social como la droga. En ambos ejemplos, los objetivos, los destinatarios y los medios empleados son diferentes, lo que nos lleva preguntarnos ¿cómo puede organizarse eficazmente un modelo de educación sanitaria?

La distribución de tareas: ¿a quién le corresponde educar?
Hace tiempo que las autoridades sanitarias asumieron la necesidad de llevar a cabo programas de Educación para la Salud, en primer término, para prevenir epidemias o enfermedades de gran impacto socio sanitario, mas tarde para mejorar la “salud colectiva”, si se me permite el término. Últimamente se apunta a la educación como un mecanismo coadyuvante en la reducción de la factura sanitaria, por su capacidad de prevenir enfermedades y complicaciones.

Resulta evidente, que el Sistema Sanitario es el gran beneficiario de potenciar y desarrollar este tipo de educación. Cabría pensar por tanto, que debe ser el “Sistema” quien organice y provea mayoritariamente de las herramientas necesarias a todos agentes implicados en esta tarea. Sin embargo, la realidad es otra muy diferente.

Vivimos en una sociedad cada vez más solidaria y participativa, en la que muchas veces las ONG´s y el voluntariado suplen con su heroísmo las carencias de los sistemas políticos o asistenciales. De alguna forma en la educación sanitaria también se reproduce esta situación, al complementarse los esfuerzos del “sistema público”, con aportaciones muy relevantes que provienen de la dedicación de los profesionales de la salud, de las asociaciones de pacientes y de la industria farmacéutica a pesar de los márgenes cada vez más limitados.

Es cierto que la salud es un compromiso de todos, pero justo es también reconocer el esfuerzo y el sacrificio de estos agentes cuya responsabilidad consiste principalmente en tratar las enfermedades y no en suplir las carencias del Sistema. Noperdamos de vista a quien tiene la responsabilidad de establecer y potenciar laeducación sanitaria.

El estableciendo de prioridades.
Es un hecho que los objetivos de la educación-información sanitaria se han ido ampliando progresivamente al extenderse a todos los escalones asistenciales, implicando, por tanto, a todo el sistema sanitario. Sin embargo, “implicar al sistema sanitario” no equivale a tener capacidad de llevar a cabo una educación sanitaria de calidad en todos los estratos del sistema. Tampoco presupone que todos los agentes cuenten con los medios y las herramientas adecuadas para desempeñar esta tarea. Se hace por tanto preciso priorizar, administrar y dirigir eficazmente los recursos disponibles.

En este marco, parece lógico que los poderes públicos asuman la tarea de informar a la sociedad en su conjunto, facilitando al máximo la labor de otros agentes sanitarios a la hora de ayudar a grupos de población con patologías crónicas o especialmente vulnerables. En este segmento, la industria farmacéutica, presente indirectamente con sus productos, está haciendo un gran esfuerzo a pesar de las limitaciones que impone el marco legislativo de referencia.

Sufrimos permanentemente lapublicidad de consumo de marcas que garantizan la reducción del colesterol, efectos milagrosos en el peso o defensas frente a no se qué enfermedades, o atribuyen a los nuevos “alimentos probióticos” cualidades casi milagrosas, por citar sólo algunos ejemplos.

Frentea esto, a la hora de desarrollar iniciativas serias de educación, nos encontramos a diario en nuestra experiencia editorial, con difusas barreras legales en el desarrollo de materiales educativos para el paciente. Esta situación contrasta con la aparente permisividad en la información que recibe el consumidor (en muchos casos el paciente consumidor…) en materia de salud, simplemente porque en estos casos el patrocinador es una marca de consumo en lugar de una compañía farmacéutica.

La educación va mucho más allá de la información.
Rezaba ese viejo principio que "sin información no es posible la opinión”. Esta reflexión, trasladada al tema que nos ocupa, nos lleva a preguntarnos: ¿es igual informar que educar? A priori, parece que no es lo mismo.

Desde el punto de vista de la comunicación, la información tiene un carácter unidireccional y debe crear opinión en el destinatario para obtener sus frutos.

De ahí que una información por prolija de resulte, pueda tener efectos casi nulos en el destinatario.

Las instituciones sanitarias realizan grandes esfuerzos informativos, pero nos preguntamos ¿obtienen resultados satisfactorios a nivel educativo? Eso está por ver. Posiblemente, porque la educación no puede obviar un agente indispensable: el Educador.

Sin embargo, el profesional de la salud, actuando como educador en el marco asistencial, cuando dispone del tiempo suficiente y de una herramienta bien diseñada a tal efecto, obtiene unos resultados exponencialmente mejores que cualquier campaña institucional. Además, cabe resaltar el hecho de que conoce especialmente el perfil del destinatario al que se dirige y la manera de reforzar el vínculo que los une.

Si compartimos este punto de vista cabe preguntarse ¿Por qué no dotamos a estosprofesionales de recursos y medios suficientes para llevar a cabo con eficacia esta tarea?, sin menoscabo de la política de grandes campañas de salud. Invertir en educación también recorta el gasto.

Educación sanitaria y limitaciones asistenciales.
A nadie se nos escapa el hecho de que un sistema sanitario tiene sus limitaciones, y el nuestro, cargado de aspectos muy positivos, no es una excepción.

Nuestros profesionales tienen una capacidad asistencial limitada y un tiempo por paciente siempre por debajo del que todos desearíamos. En este marco asistencial,pedirles además que eduquen se nos puede antojar irreal y abusivo.

Sin embargo, existen estrategias educacionales que no requieren grandes medios y que redundan directa y positivamente en su labor asistencial.

Ellos más que nadie, son conscientes de que mejorar la educación del paciente se traduce en una mayor comprensión de las decisiones clínicas y los criterios terapéuticos. Esto mejora la adherencia al tratamiento, ayudando prevenir recaídas o complicaciones. Los profesionales de la salud saben por experiencia que al final de esta cascada de beneficios, se encuentra como ya he apuntado, sin lugar a dudas, la optimización del gasto sanitario, mal llamada a veces reducción.

Es sin duda el médico, la enfermería, y en otro plano el farmacéutico quienes están mejor situados en esta tarea educacional.

Al margen de los lógicos incentivos ¿qué herramientas y programas podemos poner a su alcance para que puedan desempeñar mejor esta función?

En busca de la herramienta ideal.
A la visita de las necesidades planteadas cabe preguntarnos ¿qué cualidades debe reunir una herramienta destinada a la Educación para la Salud del paciente?

Cuando me refiero a cualidades, doypor cumplidos los requerimientos de aplicación legales en materia de edición, propiedad intelectual, filtros y autorregulación interna del patrocinador en materia de contenidos. Así como las autorizaciones de los organismos sanitarios competentes para la distribución legal de cualquier material con esta finalidad, en especial cuando es auspiciado por una compañía farmacéutica. Como puede apreciarse la lista no resulta baladí.

Podríamos plantear un decálogo de condiciones, por limitarnos en la extensión y no llegar a un catecismo, si se me permite la comparación. A riesgo de dejar cosas importantes en el tintero propongo diez cualidades de “obligado cumplimiento”, cuya omisión puede hacernos perder eficacia si resulta leve, o hacernos “perder el norte” si es relevante.

1º. Sencillez de uso. Sin duda, la primera cualidad de una herramienta destinada a la educación del paciente, es que resulte fácil de manejar. Esta característica es muy valorada por el educador-usuario a la hora de cumplir su función. Los “artefactos” que requieren plataformas informáticas complejas o soportes difíciles de utilizar, suelen morirse en el cajón llenos de polvo.

2º. Fácil de comprender. El lenguaje más fácil de asimilar es el visual, o gráfico. La Programación Neurolingüística, PNL nos sitúa al 78% de la población en el sistema de representación visual, ignorar esta condición en los pacientes y sus respectivos entornos dificulta enormemente nuestra capacidad de trasmitir eficazmente.

3º. Claridad en los contenidos. Así como la distancia más corta entre dos puntos es la línea recta, debemos tener en cuenta que a la hora de educar a un paciente cualquier imagen, palabra o concepto que no aporten información sustancial, no hacen sino distraer innecesariamente, y a veces incluso confundir.

4º. Robustez. Cualquier material o herramienta debe estar diseñada como un soporte "todo terreno", que resista el trabajo diario, el manejo de muy diversas situaciones y el maltrato que el tiempo dispensa a las cosas.

5º. Versatilidad. Para que pueda adaptarse a la educación del paciente, de su entorno familiar o de grupos de personas en un marco asociativo. Al mismo tiempo, debe resultar versátil a la hora de acceder a los contenidos, para permitir una educación desde un nivel básico o a partir de conocimientos superiores. Hemos de simplificar al máximo el acceso y el manejo de la información y loscontenidos.

6º. Interactividad. Como sexto mandamiento no es bueno para teorizar. Baste decir que la comunicación implica la conexión bidireccional entre el profesional/educador y el paciente/destinatario, lo que exige un grado mínimo de asertividad por parte del último. La asertividad no se alcanza con una mera transmisión de conceptos y datos, sino estableciendo un flujo de experiencias.

Si no se obtienen del paciente compromisos, aunque sean limitados y parciales, no se avanza hacia el objetivo.

7º. Universalidad. Debemos estar preparados para cualquier perfil de paciente. En el ámbito asistencial actual podemos encontrarnos una gran variabilidad en materia de edad, cultura, nivel intelectual, estrato social, etc. Esta situación se puede complicar lingüísticamente, por ejemplo, cuando se otorgan a nuestras palabras otros significados propios de Latinoamérica, o si el destinatario carece de un buen manejo de nuestra lengua.

8º. Proyección de futuro. En el diseño de contenidos de la herramienta es imprescindible considerar que laeducación proporcionada al paciente deberá permitirle integrar pautas de comportamiento claras, que le ayuden en el futuro al autocuidado de su enfermedad y le permitan identificar las señales de alarma para consultar a su médico. Responder a sus dudas e inquietudes sobre la patología que sufre, en especial si es crónica, supone poner los cimientos de la prevención de complicaciones secundarias asociadas a la misma.

9º. Diseño a medida. Aunque a priori pueda parecer un contrasentido, una herramienta de estas características, por universal que tenga que ser, ha de diseñarse como un traje a medida, considerando desde las necesidades del educador, la naturaleza del contenido y sus fines, hasta el marco asistencial en el que nos desenvolvemos.

10º Motivación. Este es sin duda uno de los objetivos más relevantes de la educación para la salud. Motivar al paciente no resulta una tarea fácil para el profesional, pero cuando se alcanza un grado de motivación satisfactorio, se aprecia un impacto positivo del autocuidado y el cumplimiento.

La mejora de este binomio se traduce directamente en múltiples beneficios: optimización de la demanda asistencial, reducción del número de consultas banales, mejora en el cumplimiento del tratamiento y adopción de medidas preventivas de carácter higiénico-sanitario que evitan recaídas, entre otros.

Si la herramienta está bien elaborada, con un esfuerzo razonable por parte del educador, se alcanzarán unos resultados muy satisfactorios en términos de motivación, que justifican por sí mismos la asignación de recursos a este tipo de programas.

Por último, no quisiera terminar sin recalcar una cuestión relevante y es que realizar una buena educación sanitaria beneficia a todos los agentes implicados:

Al Sistema Sanitario y la sociedad en su conjunto, porque eleva su salud global y la calidad de vida, contribuyendo a la necesaria racionalización del gasto sanitario.

A los Profesionales de la Salud porque les permite mejorar la respuesta del paciente y elevar la calidad de la asistencia sanitaria que prestan.

Y a las Compañías Farmacéuticas, que posibilitan algunas iniciativas, porque pueden conocer mejor las necesidades de los usuarios de sus productos, ayudándoles a reducir complicaciones y enfermedades yatrogénicas. Esto mejora de la percepción que tienen de la Industria Farmacéutica tanto los profesionales de la salud como los usuarios.

Todas estas razones son suficientemente poderosas para que todos trabajemos desde nuestras responsabilidades, para mejorar la calificación de nuestra Educación para la Salud, ahora que llega septiembre.

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